PUERTO DE MIS AMORES...
Nada como poner a remojar las tristezas en agua salada, digo yo.
Desde mi llegada a Puerto, recordé por qué es el puerto de mis grandes decisiones. Cada vez ha sido distinta e importante. Y ésta no podía fallar.
Personaje 1:
Apareció a las 6 de la mañana. El Niño Sueco estaba dispuesto a llevarme a ver el amanecer desde unos manglares. Y entre el sol saliente y su extraña pronunciación, hablaba de su objetivo. Así suavecito, como no queriendo, pasó de sus viajes a sus logros, de sus metas a 'eso' que lo mueve. ¡Carajo! Con esa tranquilidad que da el puerto, me escupió en la cara lo ápatico de mis últimos momentos.
—¿Y a tí, querida Conejita, qué 'te mueve'?, me pregunté después de más de quince horas juntos.
Personaje 2:
—Sí, eso dicen. Que vivimos en el paraíso... Pero no se crea. Aquí también nos faltan cosas, me dijo mientras se sentaba en mi mesa con una langosta en la mano. Frente a nosotros se desplegaba una de esas playa que sólo se ven en 'territorio telcel', hasta donde alcanza la vista.
–Pero sí, sí soy muy feliz con lo que tengo. Con el paraíso, remató.
Personaje 3:
–No.. porfavor. Te lo pido como un favor –me dijo mirándome a los ojos, casi como una súplica. Se trataba de El Artista, el mismo que ocupó las paginas de mi revista sólo unos meses atrás— Déjame MI playa un ratito más. No le digas a nadie que existe.
Y yo le hice caso.
Personaje 4:
Y sí, también en esta ocasión fue el Babylon. Lugarcito de libros, juegos de mesa y mojitos como ningunos. La primera noche sirvió de centro de reflexión, la segunda para recordarnos que el mundo es grande y yo nomás estaba viendo el horizonte desde mi ventana.
Llegó unos minutos después que yo y se paró junto a la barra. Me recordó a El Actor. A primera vista juré que era italiano: conozco bien esos gestos decididos, la sonrisa conquistadora de lado y el doble beso en la mejilla. Lo miré dos segundos. Me miró uno solo. El tiempo pasó y cuando ya casi me había olvidado de su presencia, reapareció con el pretexto del cigarrillo. Eso y bastó.
Durante las siguientes horas y tequilas no fallaron las palabras. Una detrás de la otra se hilaron hasta las cuatro de la mañana. La plática pasó de la política a los amores, del mundo a los países, de las caras a los corazones. Tenía frente a mí uno de esos ejemplares que había olvidado: uno que recorre el mundo por el gusto de mirar los rostros del otro lado de la frontera, de los que no se lian a los convencionalismos pero tampoco se clavan en la irreverencia adolescente, uno que pasa de "casa-coche-perro-jardin", uno de esos que mira desde dentro de sus ojos claros, que se confiesa vulnerable y que va buscando de la vida mucho mucho más de lo que he oído en los últimos meses. Uno de esos, joder!
Supe entonces que ésta era una de 'esas' noches: donde la vida se me revuelve, como metida en el shaker del martini y vuelta a poner en otro lugar.
Tomé el avión de vuelta sabiendo que el corazoncito estaba en franca recuperación. Luciendo una sonrisa estúpida en la cara de pensar en esa caminata al filo del amanecer...
-¿Me das tu mail? dijo mientras escribía sus datos en mi libreta de tapas negras.
Fin del cuento:
Esta mañana, con la nariz bronceadita y viéndome al espejo, me recuerdo que es hora de volver a abrir las alas. El que quiera que planee a mi lado. Porque como Oliverio no le perdono a un hombre que no sepa volar.