Monday, November 27, 2006

COMO CAÍDA DEL CIELO

—Obvio que no me da miedo —dije a mis editores muy segura de mí misma.
La conejita debería lanzarse de un avión en movimiento y sólo sostenida por las tristes cuerdas de un paracaídas. Busqué a los de Experimenta y ellos se dieron a la tarea de mandarme a volar.
El día planeado desperté 45 minutos antes de que sonara el despertador. Tranquila, me dije, no pasa nada. Sólo plantéate las 30 preguntas existenciales sobre tu vida que aún no te haces y llámale a mamá:
—¡Virgen del santísimo socorro! —exclamó la recién convertida al teléfono—. ¡Estás loca!
La cita era a las 12 del día en el Aeródromo de Cuautla. Tras casi dos horas de carretera, el letrerito asomó tímidamente detrás de una curva: «Aeródromo. Paracaidismo Cuautla.» Si mi intuición no fallaba, debía continuar entre la maleza. Una vieja Cessna cuatro plazas me esperaba.
—Ya llegué —dije triunfal—. ¡Soy la que va a aventarse del paracaídas!
Los tres hombres sentados bajo la gran palapa apenas voltearon. Ninguno expresó una gran emoción al verme.
—El piloto tuvo un accidente. Pero ya viene otro de México —me anunció uno de ellos—. Llega como en dos horas. Te avisamos.
¿Accidente? Dos horas era el tiempo justo para salir del lugar y huir. Cuatro tacos de cecina de Yecapixtla con aguacate y tres chorizos después, cuando estaba por decidir que un saltito en paracaídas no me haría mejor persona, sonó el teléfono.
—Ya es hora —me dijeron.
Con la comida en la boca del estómago, regresé al aeródromo. Además de los tres tipos que me miraban con ternurita (incluido el camarógrafo que ya grababa mi inestabilidad emocional), llegaron Eréndira y su padre. Ella, morenita, con vestido ligero, sonriente y de mi vuelo y rodada, es la única mujer que hace tandem en el país. La escogí no sé si por solidaridad femenina, por empatía o porque ya en estas prefería morir con ella pegada atrás.
Me prestaron un coqueto overol blanco con un letrero rojo que decía “súper” en el trasero y que me hacía ver como una oruga blanca con vivos verdes y rojos en manos y pies. Acomodé mi flequillo, me puse los guantes y me dejé atar el arnés al torso.
—Tírate en el suelo… haz arco. Sube las rodillas… haz arco… —se encendió el motor de la avioneta y en la portezuela continuaron las instrucciones—. Levanta la barbilla. Haz arco. No sueltes el arnés. Haz arco…
Subimos el camarógrafo, el piloto, Eréndira y yo. El vuelo duró veinte minutos eternos y ruidosos mientras el sol se dibujaba como una pelota roja convirtiendo el paisaje en una foto monocromática. Sólo logré pensar en La Reina del Sur: seguro así eran los paisajes de Teresa, suspiré.

Entonces sentí una mano en el hombro. Con señas, Eréndirá me indicó que me hincara junto a la portezuela y tomara posición. Se colocó detrás y ató su arnés al mío. Me puse los gogles y empecé a sudar. Con las manos aferradas al arnés miré al piloto que sonreía con el pulgar en alto y decía algo inaudible.
En un instante se abrió la portezuela, el camarógrafo desapareció y una ráfaga de viento frío entró violentamente. Demonios. Me congelé mientras miraba tímidamente hacia fuera. El vacío. La nada. El estómago se me hizo chiquito con todo y tacos.
—Ay, ajaaaaaa —dije—. No, no ¡no! ¿Estamos todos locos? Está altísimo.
A 3,000 pies el paisaje era… aterrador. El corazón me latía tan fuerte que lo escuchaba. El dedo índice de Eréndira señalaba hacia algún lado fuera de la portezuela. Su pie derecho ya estaba en el estribo de la rueda.
Primera fracción de segundo.
Lo que seguía era poner el mío a su lado. Ándale, saca el pie, me dije.
Segunda fracción de segundo.
Yo paralizada.
Tercera fracción de segundo.
Eréndira hacia señas y gritaba algo que yo nomás no escuchaba.
Como robot, saqué el pie, lo puse en el estribo, me aferré al arnés y mi cuerpo de un solo bloque se tambaleó fuera de la aeronave. El viento me agitaba las mejillas mientras me sacaban video. Y eso, seguro, no se vería nada bien.
—¡Haz arco! —gritaba Eréndira, ya desesperada.
Acercó su mano a mi barbilla, la levantó y solté los pies cual bailarina de ballet en plena pirueta. 4, 3, 2, 1 y mi cuerpo cayó a 180 kilómetros por hora. Grité. Ahí estaba yo: libre, intensa, loca.Y mi amigo el camarógrafo daba vueltas a mi alrededor. Como estrella en alfombra roja, mandé besos y saludos estilo señorita México. Entonces, el jalón. Y silencio. El paracaídas se extendió en el cielo y mi cuerpo empezó a flotar.

—Ay que bonito —dije—. Sana y salva.
Pero el suelo estaba frente a mi, acercándose vertiginosamente… Y las instrucciones de Eréndira que ya ni oía. Brazos, cuerdas, los pies. Corre, corre, corre. Enredamiento de tobillos. Corre, corre, corre. No. Frena.
Puse los talones en tierra cual Picapiedra en troncomovil. Mi trasero, con todo y su letrerito fueron dejando tremendo surco en la tierra cobriza.
¡Plop! La conejita, había aterrizado.

12 comments:

RAYDIGON said...

Brillante crónica para variar.

1 beso Jo.

Anonymous said...

Jajajajaja no mames jo me hiciste reir, y sigo muriendo de envidia, que pedo como en cuanto sale eso? *quiere hacerlo soon

Liss said...

Que bien!!!

Espero no partir de este mundo sin volar asi!!!

FELICIDADES!!

Bridget Jo said...

gracias Ray... ojalá y ahora si hallamos encontrado la verdadera vocación.. jaja.. quiero decir la de escribir crónicas, no la de volverme paracaidista!!!

porfa porfa, faridee. no te lo pierdas! cuesta como mil y algo de pesos con los de experimenta... pero hay varias opciones más. si quieres te paso los datos. vale la pena.

liss, no puedes permitirtelo. yo ya me lancé por segunda vez.. y estoy convencida, lo peor que te puede pasar es que te guste. causa adicción!

Miss Neumann said...

mejor que superman eh!!!!!

la pròxima me llevas o ya sabes!!!

besos

Malakatonche said...
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Malakatonche said...

Es inevitable el choque de la piel con los poderosos vientos huracanados que existen a miles de miles de metros de altura: aparte de ser una de las cosas más engorrosas que he visto, tanto los paracaidistas como aquellas y aquellos dispuestos a hacer la muestra-crónica, están condenados a poner a prueba su cohesión dérmica en el proceso.

Y nadie se salva de Sanbernardazo, parece ser.

Como a mi no me hicieron para desafiar las fuerzas gravitacionales ni planear, sino para brincotear entre las construcciones de concreto como los babuinos de las ruinas piramidales, desde la tierra firme le extiendo dos pulgares erguidos y le recuerdo que poco importa el protocolo y la etiqueta, cuando de desafiar al destino se trata.

Y ya.

CadávEr Muerto said...

¡qué chido! esas sí son aventuras, jajaja, no como las mías... en fin, tengo un chingo de ganas de verla, cómo se cotiza, mujer... y con la noticia de que ya no viviré en el DF, sino en Morelia...

Matizz said...

hey toda una experiencia caray!!

desde el cielo y yo con los pies en la tierra llegue a tu hogar entre linkeo y linkeo jeee!!

Anonymous said...

jajajajaja, que buena historia, que buena aventura.

Felicidades =D

Anonymous said...

Hola:

Me gusta mucho tu Blog y lo visito con frecuencia, te invito a que le eches 1 ojo al mio, Pegado en La Pared

Y te mando tambien los blogs de algunos amigos

Arqueología. Desenterrando la verdad
Blackpaco
Comic Verso
El blog de Santiago Casares
Fried Synapses
Get Out of my Head!
La Hoguera de las Necedades
La Lista del Súper
La Quinta Dimensión
Rest In Peace
Sacred Scrolls
The Book of Fate
The Zone
Espero te gusten !!



Muchas gracias por tu tiempo

Anonymous said...

yo quiero saltar!!!!!!!!!!

bueno preciosa, yo pasaba por aqui para felicitarte las fiestas, y me he muerto de envidia... a ver cuando puedo irme yo a saltar en paracaidas que lo estoy deseando
De todas formas espero que lo estes pasando genial y que el año nuevo que entra ahora en nuestras vidas venga cargado de amor y felicidad
un beso desde Sevilla, Spain